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miércoles, 29 de diciembre de 2010

"MI PAGO ISLERO" DE: "COCO" VIVAS

La isla 

 
     Franja de tierra anegadiza que se extiende del otro lado del río Paraná, hasta la tierra alta de la provincia de Santa Fe, con tupidos montes de madera blanda y pajonales interminables, surcada por cientos de arroyos y lagunas de cristalinas aguas.

     Pelo verde que se ondula en el viento, o se enmaraña con su carga de camalotes después de las crecientes.

     Pero no es mi intención describirles geográficamente esta parte de mi país, sino contarles  vida,  costumbres y creencias de sus habitantes: los isleros. Sus luchas con la naturaleza, para subsistir en su medio ambiente: "Las heladas en invierno /y el sol caliente de enero/ van templando de gurí/al criollo que nació islero".

     Cruzando el río Paraná están las islas costeras o de la costa, donde predominan los montes de madera blanda: sauce, timbó colorado, ingá, entre otros. Mogotes de enredaderas y carrizales, le dan una fisonomía muy particular, pero metiéndose isla adentro, empieza a cambiar el paisaje: pajonales interminables, montes de espinillos, al-garrobos y talas, lagunas y esteros.

     Es allí donde el islero cría el ganado, que se desarrolla en forma notable por la exuberan­cia de pastos y la variedad de los mismos. El clima propicio y el precoz desarrollo le dan genero­samente la abundancia de alimentos sin costo alguno para el islero.


La vivienda del islero

 
     La vivienda del islero es el “puesto” que en otros sitios se llama: estancia. Tales puestos están ubicados generalmente a orillas de arroyos caudalosos por la ventaja que ofrece la altura y además porque tienen cerca el agua que necesitan para consumo. Son ranchos de paredes embarradas y techo de paja a dos aguas. Son casi siempre dos o tres ranchos, de los cuales, uno o dos son para dormitorios, y separada por algunos metros, la cocina que, por lo general, solo cuenta con tres paredes y un fogón en el centro. Este fogón es un cuadrado en el suelo formado por cuatro troncos,  rellenada la cavidad con tierra. Si el dueño del puesto vive solo, cuando sale al campo a realizar sus tareas, tapa el tizón con cenizas, de esta forma al regresar, aunque demora unas cuantas horas, tiene siempre el fuego encendido.


Medios de locomoción
 
     Sus medios de locomoción y transporte son el caballo  y  la  canoa.  De  esta  última  tiene  casi siempre dos o tres conforme al número de familia y a la posición económica. La canoa grande, en la actualidad  casi todas con motor, es la que utiliza para venir al pueblo y en tiempos de crecientes para trasladar las “pilchas" a las alturas. Cumple además otras funciones, tales como, cargar ovejas y terneros; que en tiempos de grandescrecientes es imposible trasladarlos por medio de arreos.

     Estas canoas grandes, son generalmente de cinco a seis  metros de eslora,  y  construidas generalmente con madera de timbó colorado, buena madera, liviana y de la zona,  que facilita su  desplazamiento  con  mucho menor esfuerzo.

     La otra canoa llamada "nutriera", es de u-nos tres metros de eslora. En épocas normales se la  utiliza para el cruce de los arroyos, donde hay que desensillar y pasar el caballo  a nado. En esta operación, cuando no hay canoa, se utiliza una lona impermeable, rectangular, que atada de las cuatro puntas forma una cavidad donde se puede pasar los recados y las ropas sin mojarse. Volviendo a la utilidad que presta la “nutriera, además de lo ya comentado, se la utiliza en esteros y lagunas, en invierno, para armar trampas a las nutrias, tarea que casi todos los isleros realizan; de ahí el nombre de la misma. Cuando todo está crecido, se la utiliza para recorrer  los  albardones  y  "cerros"  cuidando el ganado. Claro que no es fácil manejar esta canoa para el que no está acostumbrado, debido a su tamaño, tiene poca estabilidad y es fácil darse varios chapuzones hasta tomarle bien la mano.


El alimento del islero

 
     El alimento del islero es simple y su variedad depende de la caza. Casi todo bicho o ave es comible de estas últimas, la preferida del paladar islero es el pato crestón, escaso y arisco, pero muy sabroso.

     El  carpincho se prepara de varias formas: la manta adobada es puesta al sereno y después asada. También se lo suele comer  en milanesas, empanadas, puchero, guisado y charquis. Nutrias, virachos, tatú-mulitas, -entre otros- forman parte del menú islero.

     Los  esteros y lagunas dan huevos de aves como el chajá, el pato, la gallineta, el caraú, etc.

     Como ven, para vivir en la isla de lo que ésta da,  solo se precisa ser: islero.

 “Y cuando muere la tarde
vuelve el hombre muy contento,
silbando rumbo a su puesto,
con algún bicho a los tientos".

               
La creciente
 
     Aparentemente nada ha cambiado, pero solo aparentemente; porque el silencio habitual  de las   islas se ha alterado.  

     Ese movimiento casi imperceptible del bicherío, no pasa desapercibido por el islero. Sube el nivel de agua en los arroyos y empieza el drama: está creciendo el Paraná.

     Los  arroyos en cada creciente se llenan, vuelcan su caudal de agua en los bañados, y esteros por inter­medio de los desagües: pequeños afluentes laterales que, en tiempos normales están casi siempre secos; estos son a mi criterio,  los que  inundan  las  islas antes de lo previsto. Porque tapando las entradas al campo se puede ganar tiempo, un tiempo importante para los ganaderos de la isla que buscarán conseguir en tierra alta en campos de Santa Fe o Entre Ríos, un lugar para  sacar el ganado antes de que éste haya sufrido innecesariamente.

     Los desagües inundan en pocos días la parte baja de la isla que es el 80%  aproximadamen­te, el 20% restante es la parte alta llamada: albardones. Son lonjas de tierra con tupidos montes de madera  blanda y  casi  siempre  están en la costa de los arroyos más caudalosos. Algunas islas tienen los llamados “cerros", pequeñas elevaciones de tierra hechas por los indios, antiguos habitantes del lugar, no son más de treinta o cuarenta "cerros" que sirven para la ocasión.

     Al crecer el bañado, el islero arrea el gana-do a los albardones y "cerros", dura  tarea que casi siempre realiza a caballo; después de arriar los vacunos y yeguarizos a la altura, traslada el ganado menor: cerdos, ovejas, etc., éstos últimos son pequeñas majadas compuestas por cincuen­ta o cien cabezas, ganado que cría solamente para consumo, porque la isla no es apta para la oveja. Este ganado se traslada casi siempre en canoa, porque el nivel de agua y el tamaño de las ovejas hacen imposible el traslado por medio de arreos.

     Después  de  esta  tarea, si el puesto está en un lugar inundable, traslada su familia a las alturas, donde construye su vivienda temporaria llamada: “ranchada”; esto pocas veces ocurre por-que casi todos los "puestos" están en la costa de los arroyos más caudalosos y es donde se encuentran los albardones.

     Es allí cuando empieza el tiempo de la espera. Escuchan las noticias radiales, si el río crece  o  está estacionado. Todos esperan con optimismo, nadie quiere salir primero. En gran parte la esperanza es producto del miedo al gasto que origina sacar el ganado  y  pagar  el pastaje hasta  que el río vuelva  a  su  nivel  normal. Al inundarse la parte baja de las islas, también buscan las alturas las especies salvajes de la isla: viracho, carpincho, tatú-mulita, gato montés; pero también se refu­gian las alimañas, como las víboras yarará y cascabel que hacen estragos entre el ganado.

     El  islero  en esta oportunidad como dispone de más tiempo, cazador nato,  mata  en estas circunstancias en forma indiscriminada a las  especies salvajes para poder aprovechar su carne y su piel, porque solo en tiempo de creciente puede tener a su alcance a todas las especies en tan reducido espacio.

     Esta reducción de campo hace que en poco tiempo el ganado termine con la pastura. Al principio el ganado islero, producto del medio, entra a comer en los bañados con el agua cubriéndole casi por completo, hasta nadando algunas veces;  como sus crías van detrás si no se arrea a las madres a la costa del albardón, aquellas mueren ahogadas. Generalmente solo se  salva  de la creciente un 10% de la producción del año.

     Cuando  el bañado  está muy hondo es imposible para el ganado alimentarse en él, a veces el viento acerca hasta  la  costa del albardón algún camalotal que anda a la deriva por el bañado, entonces el ganado puede alimentarse, pero el último recurso del islero es cortar las ramas de los árboles para  que  el  ganado  se alimente. He visto a los yeguarizos comer la  corteza  de  los ceibos y sumergir la cabeza en el agua hasta la altura de los ojos para comer paja brava en el bañado.

     Entonces,  cuando es imposible esperar más tiempo, el islero va la ciudad a pedir la  chata, embarcación con corrales para trasladar el ganado. Se construyen corrales con mangas improvi­sadas,  con tijeras de sauce en la costa del río o el arroyo donde puede atracar la chata. Pero llegar con el ganado hasta ese lugar no es  tarea fácil; aunque la distancia a recorrer no  es  muy grande, el inconveniente mayor es que el ganado se ha debilitado por el largo sufrimiento. Las vacas con sus crías  hacen  lento y difícil el arreo, sumando a esto, los largos trechos que el ganado tiene que recorrer nadando, todo esto hace que queden en camino los menos aptos: vacas viejas y enfermas junto a los terneros son los primeros en perecer.

     Una  vez cargados en la chata, son muchos los que se caen en los corrales y tienen que ser  sacrificados al llegar a destino, ya que en trayecto prácticamente es imposible controlarlos. Una vez  en la tierra alta, el mío-mío y la fiebre merman aún más el patrimonio del islero,  perdiendo así en poco tiempo el fruto de largos años de trabajo y sacrificio. Pasada la creciente, renovando esperanzas, vuelven a la isla a empezar de nuevo.

"No importa lo que has perdido
hay que de nuevo empezar,
un islero no se achica
la suerte ya va a cambiar".


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