Recorrió la provincia y el país con su canto. Fue uno de los embajadores del folclore entrerriano, un referente indiscutido. Retrato de un artista que se ha preocupado en ligar la acción con aquello que se dice y se piensa. Un ejemplo de trabajo, creatividad y coherencia.
SU VIDA CONTADA POR ÉL:
El sol de abril no se parece al que se filtra por la ventana del estudio en el que el Zurdo Martínez, minuciosamente, se dispone a preparar un mate con yerba uruguaya. En una mañana que se enciende entre un otoño tímido y un verano que no quiere irse, el músico abre las puertas de su casa y se compromete con la entrevista.
“Me crié en una familia de clase media baja, clase media laburante, soy el primero de los cuatro hijos, mi padre era bancario, fue empleado del Senado de la Provincia, con inquietudes poéticas, era lo que se dio en llamar recitador criollo y mi madre era de apellido Bevilaqua, de origen italiano-español; los dos tenían tercer grado de escuela primaria, pero sus inquietudes los encaminaron en ese sentido, fueron a la Universidad Popular Elio C. Leyes de Paraná, allí había cursos para adultos y estudiaron lo que se habían perdido antes. En mi casa el clima siempre estaba relacionado a la cultura y los deportes, mi mamá cantaba muy bien, se escuchaba mucho folklore, tango, milonga, pero no era un hecho aislado, muchas familias también lo hacían.
A los 10 años empecé a tocar la guitarra y a los 15 integré un grupo folklórico donde hacíamos chacarera. Estas inclinaciones culturales que había en mi familia hicieron que mis padres compartieran una amistad con Linares Cardozo a quien llamábamos “el tocayo” porque su nombre era Rubén Martínez. Valoro muchísimo haberlo conocido pero no comparto endiosarlo, Linares y mi padre eran muy compinches y Sara, su esposa, amiga de mi madre”
La casa, el barrio, la niñez. Recuerda una infancia teñida del contacto con la naturaleza, el juego y el aprendizaje. “Yo nací en el año 40, tengo 69 años, en mi casa en calle San Luis entre La Paz y Colón, cuando tenía tres años nos mudamos a calle Rosario del Tala, allí estuvimos poco tiempo y después vivimos hasta que tuve 16 años en la cortada Piedrabuena justo donde hoy día se encuentra emplazado el club Palma Juniors. Mi infancia transcurrió en esa zona de la ciudad a la que le llamábamos barrio Las Ranas, tenía ese nombre porque había lagunas y arroyos abiertos, en calle 25 de Mayo y Cura Álvarez donde actualmente hay un edificio había un bajo como de diez metros con arroyo, jugábamos mucho, yo tenía un amigo con quien iba a la escuela primaria República de Chile que tenía su casa allí.
Jugué al básquet en el club Olimpia, para mi era una pasión y era un buen jugador. Siempre me gustaron los deportes, hice atletismo, lanzamiento de bala y disco, remo, todos se contradecían con la guitarra. Mi sobrenombre Zurdo viene del básquet, soy zurdo para todo menos para tocar la guitarra.
El río estuvo muy presente desde sus primeros años. “Mi padre llegaba del banco a las dos de la tarde, a esa hora ya había terminado mis tareas del colegio, preparábamos el bolsito del mate y nos íbamos al rancho en Puerto Sánchez. Me crié en el río, la amistad con Linares (Cardozo) y con Marcelino Román llegó de la mano de mi padre. Mi mamá y mi papá eran militantes del Partido Comunista pero después Polo (así le decían a Juan Hipólito, su padre) adhirió al proyecto de Perón de su primera presidencia, como mucha gente en esos años.”
El secundario lo hice tres años en la escuela Normal y egresé finalmente del Colegio Nacional como bachiller, estudié Agronomía en La Plata pero en casa se necesitaban ingresos así que tuve que volver. Me casé, aunque no me fue muy bien, pero tuve la alegría de tener dos hijos Ana María (43) que vive en Colón y Daniel (42). Después me casé con Marta Bader que es mi compañera desde hace 39 años, haberla conocido fue mi salvación, tuvimos dos hijos Mariano (38) maestro de música en Puerto Iguazú y Celia (31) Profesora Nacional de Música, docente en la escuela de Gualeguay y de Victoria.
La realidad cultural de nuestro país. “Había encuentros familiares amistosos, guitarreros, espacios que se fueron abandonando, hemos perdido una partida brava frente a los consumos masivos vinculados a la música, pero esto es parte del sistema económico en el que estamos viviendo, nunca creí en un capitalismo humanizado, el mal mayor está en lo cultural aunque es donde menos se ve. El consumismo no nos contiene a quienes queremos hacer música dignamente, coincido con la aspiración de tener un pueblo sano, educado y culto que sostenía José Martí hace 100 años, antes de la Revolución (Cubana)”.
Aunque la ideología aparece a lo largo de toda la entrevista, trata de aclarar que no se refiere a los partidos políticos, pero a su vez su forma de ver el mundo se traduce en un sentido compartido: “La única verdad no es la realidad, yo creo que la realidad tiene que estar al servicio del hombre. Por tener estos pensamientos para muchos militantes de izquierda soy un facho y para muchos fachos soy zurdo, pero no me arrepiento de encontrarme ahí porque en definitiva mi posición se acerca a la postura de Marcelino (Román) o Atahualpa Yupanqui, verdaderamente admiro y comparto los pensamientos de Marcelino del año 1953 en América Criolla, la forma en que analiza a América Latina y su visión antiimperialista”.
Durante 30 años vivió de su trabajo de empleado bancario, hoy está jubilado pero rescata su desempeño. “Las horas en que laburaba como bancario le pertenecían al banco no eran mías, pero esto me permitió ejercer libremente mi profesión como músico”
Compromiso musical. En su modesto estudio tiene una valiosa colección musical, donde a partir de sus conocimientos, influencias y valores ha seleccionado especialmente cada pieza. Así vinilos, cassetes, cds, se confunden en el conjunto y se distingue material de jazz, de música folklórica, latinoamericana, entre otros. Además documenta con precisión artículos de diarios, va rastreando pensamientos de artistas, reflexiones, entrevistas. Su toma de posición, tiene que ver con interesarse por lo musical siempre ligado al contexto social. En este sentido ha escrito artículos para El Diario de Paraná y ha sido columnista de programas de radio.
Su estilo. Reconoce como sus primeras influencias de la juventud a Eduardo Falú y Atahualpa Yupanqui y se define como “un músico que hace música popular de raíz folklórica, que rescata el jazz y el tango rioplatense, dos estilos musicales que han avanzado notablemente. He sido fiel al sentido del canto como dice Atahualpa, para mí la música es una vocación y no un negocio y la tomo como tal, nunca he sido amigo de lo masivo, sino de la rueda chica, donde se da la hora de la verdad”.
Martínez compartía muchos proyectos con su compañero y amigo Walter Heinze (fallecido el 30 de julio de 2005) a quien considera una pérdida irreparable “con Walter hemos estado en festivales donde ha prevalecido la pirotecnia musical, pero recordábamos que en otra época predominaban acordes y estilos que habría que recuperar. Augusto Cortázar, investigador, folklorólogo, hablaba de la variante feliz: usar elementos que provienen de otras corrientes como el jazz por ejemplo… pero esto no se condice con lo comercial, hoy por hoy cuando les va bien con alguna fórmula, no hay variantes.
Abriendo caminos desde la isla. Se niega a repetir recetas a la hora de hacer música, pero afirma que para esto hay que dedicar muchas horas, aunque no se queda con este pensamiento, mientras lo dice prepara encuentros con músicos jóvenes que se han acercado a su casa, con quienes ha armado una especie de grupo de estudio y comparten “ruedas chicas” donde siempre aparece el río.
“Me voy a remo en mi canoa a la isla, llevo música para escuchar Bach, Isaco Abitbol, Atahualpa, Chacho Müller y con ese paisaje, con el canto de los pájaros y el murmullo del agua y algún pescadito que saco de vez en cuando soy feliz. Por allí pasa su espiritualidad, se suman chicos y chicas, tocan la guitarra y a veces esto se prolonga en su casa: trato que todo lo que se vive en la isla, lo que te transmite el lugar, convivan con la música y que los músicos jóvenes que se acercan con inquietudes también lo vivan, los encuentros que tenemos son una especie de clases de música, tenemos grandes charlas y muchas veces se extienden y terminamos en mi casa, escuchamos música, a veces hacemos sólo eso, porque creo que uno de los principales problemas a la hora de hacer música es la falta de acceso a las composiciones de raíz folklórica, es importante hacer historia, recuperar a Moncho Mierez, Rodolfo Ovejero, Claudio Monterrío, Omar Moreno Palacios, Carlos Di Fulvio, Suma Paz, Carmen Guzmán y tener el compromiso de estudiar.
Producciones musicales. Destaca las propuestas interesantes que aparecen a partir de la escuela de música, no de los festivales, de todos modos no deja de verlos con ojo crítico. “Miré Cosquín y a pesar que allí prevalece lo comercial, rescato lo que hizo la delegación de Santa Fe donde reivindicaron a Ariel Ramírez, a Chacho Müller, a Remo Pignone y los grandes cantores, y quienes estuvieron tocando y cantando Natalia Pérez, Miryam Cubero, entre otros. Admiro al Negro Aguirre, lo escucho mucho, tiene un talento insuperable, me gustaría sentir una chamarrita con su capacidad que tenga algo de Linares, de Zampayo… sería hermoso.”
Poesía y música. La charla da giros y el tiempo pasa rápidamente, todos los sentidos se potencian entre la música, la vida, la isla, la ciudad, el río, pero también la poesía aparece de la mano de su padre Polo para quedarse en sus composiciones y ejercerla en un gran desafío: “Junto a Walter Heinze nos embarcamos en musicalizar poesía, empezamos por mi padre (Juan Hipólito Martínez), seguimos con Marcelino Román, Jorge Martí, entre otros. Soledad montoyera una obra de Marcelino (Román) la musicalicé cuando tenía 22 años, la grabó Suma Paz y La madrugada del pescador, de mi padre la compuse a los 20. Creo que tengo un defecto en ese sentido, porque la música me llega primero y luego la poesía, tienen que entrar parejas las dos.”
Sus viajes. Ha recorrido Argentina, Brasil, República Oriental del Uruguay, Chile y Cuba. “Cuando estuve en Cuba me pedían que tocara chacarera, no me quería morir sin conocer y ahora no me quiero morir sin volver, no se si a esta altura de la vida podré… pero no dejo de ilusionarme con el viaje, de volver a ver un pueblo sano, educado y culto.
Conocer de la mano de la guitarra. Su estilo musical, su coherencia, su honestidad intelectual en el campo de la cultura, su generosidad a la hora de compartir los conocimientos con músicos jóvenes, lo distinguen como uno de los referentes indiscutidos de la música entrerriana y hacen que en diálogo con “el Zurdo” el tiempo pase rápidamente, casi sin percibir que termina la charla, que se dejan de oír los sonidos del río y de los animales de la isla, que por un rato se quedó en silencio el estudio de música.
Ficha Técnica:
Integró grupos vocales en los años 50 y 60, solista de guitarra y canto, compositor. Publicó un álbum a través de la Editorial de Buenos Aires. Publicó La guitarra paranasera, un cuaderno con obras para la guitarra a través del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) de distribución gratuita en conservatorios oficiales de música. Distinciones: “Maestros del Alma” 1995 Teatro San Martín Buenos Aires declarado de interés cultural Senado de la Nación – Diploma de Honor Asociación Ciencias Naturales del Litoral, 1er Aniversario Promulgación Ley Anti represas (Día del Río Paraná) por su trayectoria artística en defensa del patrimonio natural y cultural- Enero de 2003: La Paz (E. Ríos) Distinción Linares Cardozo – Unquillo (Córdoba) Distinción a la trayectoria y conducta. Recibió el Cimarrón Entrerriano otorgado por la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos.
LORENA CABELLO