Seguidores

viernes, 10 de septiembre de 2010

DE MI LIBRO "ESTAMPAS DE LUZ"

SIESTA



  Desde un cielo ardido, un sol inmenso, imponente, fuerte, impiadoso, arroja cual flechas, sus rayos encendidos en una llamazón que cubre la costa y el río. La playa, una gran hornalla imposible de andar. Un costero duda en emprender su viaje espinelero. Los resplandores lo ciegan y el agua fresca de la batea apenas sosiega por un instante el calor que abruma.
  En la costa hay una ausencia total de movimiento y vida, un hondo y cálido silencio llena el aire apenas interrumpido por el delirante estridor de las chicharras. Cada ser vivo, cada árbol, cada mata, se ha guardado a silencio, buscando desesperadamente una gota de sombra.
  El sauce, estira sus dedos en un esfuerzo supremo queriendo atrapar unas gotas de ese río que avanza calmo y despreocupado, sin entender, por su frescura, la asoleada desesperación de la ribera.
  Quietud, modorra, hasta el tiempo parece paralizado. Si hasta parece una postal y no un paisaje viviente. De pronto una ráfaga cruzando la candente arena… ¿quién es ese ser vivo que se atreve a desafiar el calor que quema?... Una iguana costera avanza entre la arena, ignorando al sol y a sus implacables dardos dorados. En una pequeña mata ha visto su alimento. Sobre su piel de cera derretida se refleja un hervor de sol; sus ojitos, dos brazas encendidas; su lengua cual afilada lanza, presta a arrojarse sobre aquel distraído insecto. El costero, desde el alero del rancho la ve. Entonces se anima, carga el botador y rumbea hacia la canoa. El sol quema su espalda, gotas de sudor forman umbrosos caminos en su rostro. Pero al igual que la iguana costera, a pesar de la ardiente siesta entrerriana, debe buscar su alimento…



La corteza del día se desgarra,
se quiebra la quietud de la ribera.
Aturde una chicharra tempranera,
impasible el sol muestra sus garras.

Y en los ojos gurises se refleja
el eterno arco iris de la tarde;
la arena quema, en las “patitas” arde
más florecen en risas y no en quejas.

Las madres entrerrianas sentenciando:
“-allí en el monte un duende anda buscando
gurises cabezudos que se escapan-”

Igual salen los dueños de la siesta.
Su pequeño universo está de fiesta,
aunque saben que ronda “la solapa”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario