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sábado, 26 de marzo de 2011

PERSONAJES DEL PAGO

"JUANCHO KEROSENE"


"Juancho Kerosene", se llamaba Juan Pedro Ibañez, vendia kerosene, a mediados de los años 50, hasta mediados de los años 60. Recordemos que en esa época las cocinas y los faroles eran a kerosene, por lo tanto recorria diaramente toda la ciudad, inclusiv ...e el ejido vendiendo este elemento indispensable.

Era conocido por ese sobrenombre, pero tambien porque le gustaba mucho bailar, incansable en los bailes de Comercio, sobre todo cuando venia Gasparin en sus primeras épocas.

Hoy ya fallecido hace un par de años en la ciudad de Buenos Aires, donde queda su famila, su señora y sus hijos.

Yo podría haber sido uno de los gurises de la foto; allí están mis primos "Beto y Ricardo" y otro gurisito del barrio.


A veces, sólo a veces, cuando me invaden los recuerdos,
siento que sería necesario, más aún, indispensable,
resucitar aquellos potreros de la siesta
o los barriletes de luces y colores para derrotar la rutina y el olvido…
A veces, sólo a veces, cuando me invade la nostalgia,
vuelvo a pensar en la magia de mi barrio – niño,
con la aventura de treparnos
al ubajay que nos daba sus maduros y agrios frutos,
allí nomas, en la entrada de la Usina vieja,
mi barrio - niño, con las barrancas tan cerca… con la canchita del “Cicles”
y el encantamiento de las calles de tierra.
Las siestas y las tardes nos pertenecían,
claro… a veces nuestra madre nos llamaba
y el duende de la infancia que jugaba con nosotros
dejaba escapar un rezongo porque tenía que esperar un rato…
La madre… sin gritos, pero con firmeza llamaba:
-chicos… se viene la tardecita, se termina el kerosene…
busquen las damajuanas y a lo de Doña Manuela…-
Y, con una luz de pena en los ojitos
sabiéndonos vencidos, igual le decíamos:
-Ma… pero si ya va a pasar “Juancho Kerosene…”
-No… hoy no pasa… vamos… a lo de doña Manuela-
Y entonces, cargando dos damajuanas,
partíamos con mi hermano hacia el borde de las barrancas;
allí donde calle 9 de julio empezaba, muy cerca del río,
allí, doña Manuela nos recibía con su eterna sonrisa y su santa paciencia.
-Qué lástima que hoy no pase el “Juancho Kerosene, comentábamos.
No solamente porque nos ahorraba la caminata
sino porque el “Juancho” con su carro mágico
era una de las atracciones imperdibles los días que pasaba…
Los gurises, con el alma llena de gorriones libres,
salíamos a su encuentro… su caballo blanco, imponente…
su carruaje… el tanque… el “Juancho” con su pinta,
parecía como escapado de algunas de las películas
que pasaban “Los Faliveni” en el Cine Mayo…
y los gurises corríamos a su lado, floreciendo en risas,
el olor a kerosene, se mezclaba con el perfume
de las enredaderas florecidas… y de las naranjas maduras de don Contardi…
-Dale “Juancho”… llévanos hasta la esquina…
dale “Juancho Kerosene”… un vueltita… nada más…

Hoy, con algunos otoños en el alma,
pero con la primavera azul de mil recuerdos,
recupero tu imagen y tu oficio
y aquel duende-niño me ha devuelto,
al “gurí” que corría tras tu mágico carruaje
y con él, el sabor dulce de la nostalgia
que nos ayuda a reencontrarnos con el tiempo bendito de la infancia.

-Gurises… ahí viene el “Juancho Kerosene”… vamos…
El llamado de la madre para algún mandado…
o la presencia del “Juancho” y su mágico carruaje en la calle,
eran las únicas cosas que podían interrumpir
nuestras tardes de baldío y cielo…

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