"MATÍAS... DE FELICIANO"
Crucé la plaza, y al llegar a Moreno y San Martín lo vi,
allí estaba, ¿cuántos años tendrá?, me pregunté en silencio…
y entonces recordé la canción:
“Tantas veces me mataron… tantas desaparecí…”
porque es así,
siempre reaparece y su figura ya es parte del paisaje del pueblo.
Su andar y su voz inconfundibles,
su saco dos talles menos, tres cuarto, su pantalón,
una bolsita en sus manos, y ese eterno pedido:
“un poquito de yerba y de azúcar… y unas monedas”.
Y uno no sabe a quién le está pidiendo
porque una cuadra antes de llegar a una casa
ya se escucha su pregón, y la “doña” ya sabe…
Matías de Feliciano.
En mis recuerdos de niño-joven
está Matías recorriendo las calles de La Paz;
y hoy, cuando ha corrido mucho el río,
cuando llevo vivida más de la mitad de mi vida,
sigue como ayer recorriendo las calles de mi ciudad…
Matías de Feliciano.
De niño le teníamos miedo,
en realidad le teníamos miedo porque lo hacíamos enojar,
reparábamos su forma de hablar y de caminar,
repetíamos sus frases y entonces…
nos corría unos metros y al darse cuenta que no podía alcanzarnos
nos echaba un “rezo” que incluía hasta nuestros tatarabuelos…
Hoy… cuando al ver estas fotos
me invade una antigua y dulce nostalgia,
pienso y me pregunto: ¿qué misterios encerrará su alma?…
¿Tendrá familia?… ¿amigos?…
¿Será que sus huesos descansan adonde lo encuentra la noche
o tendrá un lugar para olvidar las penas?
En este personaje compartido entre La Paz y Feliciano
se juntan infinitos misterios… e infinitas preguntas sin respuestas…
“Tantas veces lo mataron”
-como dice la canción-,
pero siempre está volviendo…
inconfundible su voz;
su saco dos talles menos,
tres cuarto su pantalón,
pidiendo yerba y azúcar
él va tendiendo su mano,
señores… se los presento:
“Matías… de Feliciano”.
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