LA PAZ.. ALLA POR EL 1900
En 1854, el marino norteamericano Thomas J. Page, uno de los tantos viajeros que visitara nuestro suelo, deja en un relato lo que vio en nuestra naciente villa.
Allí cuenta que: “La Paz es un pueblito de 200 habitantes, un lugar muy triste, las casas todas de adobe y no tiene ni siquiera plaza, orgullo y alegría de los pueblos españoles. Tiene una capilla de adobe cuyo campanario formado por un tirante de madera tendido a través de dos postes, consta de tres campanas que dan un alegre repique y llaman la atención de los habitantes a las horas de las misas y oraciones… El cura es un madrileño llegado al país nueve meses atrás. Era inteligente, elegante y pulcro y se sentía muy feliz en el desempeño de su misión de pastor entre esa sencilla gente”.
La capilla mencionada en este relato estaba ubicada en la actual calle San Martín Nº 352 con frente hacia el río Paraná. Y el sacerdote que menciona el navegante fue el Presbítero Francisco I. Sauret.
La capilla mencionada en este relato estaba ubicada en la actual calle San Martín Nº 352 con frente hacia el río Paraná. Y el sacerdote que menciona el navegante fue el Presbítero Francisco I. Sauret.
A continuación otras impresiones dejadas por viajeros que conocieron nuestra ciudad en los primeros años del Siglo XX, impresiones que quedaron redactadas en libros y periódicos de la época y que permiten conocer aspectos de una La Paz desconocida.
En Abril de 1919 arribó a La Paz el corresponsal viajero de la famosa revista porteña “Caras y Caretas”, cuyo fundador, el periodista entrerriano José Álvarez, más conocido como “Fray Mocho”, fue una de las plumas más prestigiosas de aquellos tiempos.
Dicho corresponsal, el Dr. Vaccari, refiriéndose a La Paz publicó sus impresiones en un artículo aparecido en el número 1074 del 3 de Mayo de 1919 de dicha publicación, y allí contaba lo siguiente: “…La Paz se presenta con un panorama imponente, recostada en una altura parece muy grande y muy bonita. El sol la ilumina de lleno y la ciudad hace recordar a Paysandú”. “…Las calles de La Paz, salen del puerto como las varillas de un abanico. En La Paz muy pronto me hice de relaciones. No hay que olvidar que se encuentra en la provincia de Entre Ríos, donde la gentileza de los habitantes es proverbial. Fue el Señor Ernesto Gariboglio quien me presentó al Señor Brecia -cónsul uruguayo, presidente de la Sociedad Fomento de la Educación en esa época- en el mismo local de la C. de Fomento, edificio muy bonito y, sobre todo, cómodo y bien distribuido…”
“…Recorrí en auto los alrededores de La Paz, verdaderamente pintorescos. Cerca de la Sociedad Rural se corría una carrera criolla, y era digno de verse el imponente regimiento de caballería que representaban todos esos paisanos montados en sus mejores fletes”.
“Lástima que La Paz no tenga luz eléctrica. Una ciudad de 8000 habitantes debería tener algo mejor que el alcohol carburado”.
“Escoltado por el Comisario de Órdenes de la Jefatura me fui al domicilio de Jacinto Zenón Álvarez, un viejo de 79 años que, según todo el mundo afirma y lo dejó comprender el mismo, fue de los nueve que tomaron parte en el asesinato de Urquiza, en San José. Vive a la orilla del pueblo en una modesta casita, y hace tiempo ya que casi no abandona la cama”. (1)
Otro de los documentos sobre nuestra ciudad en aquellos tiempos es el dejado por el escritor español Adolfo Posadas, que por aquellos tiempos lejanos pasó por La Paz en barco y en su libro “Pueblos y Campos Argentinos” hace una referencia admirativa de las costas del Paraná frente a La Paz.
“Llegamos -dice- a uno de los lugares de mayor dificultad, allá hacia el arroyo Verde, cerca de La Paz”. “…Temíamos no poder pasar. Frente al canal cuatro vaporcitos y cinco veleros esperaban, resignados sus tripulantes a que el río subiese algo o que el duro viento se acostase. Según avanzaba la tarde, serenábase el cielo que poco a poco se teñía espléndidamente de rojo encendido fuerte que se reflejaba en el río inflamando sus aguas, que parecían un inmenso brasero llameante. Noche tocamos La Paz”.
Realmente bella la descripción que hace este viajero del panorama y el paisaje que sus ojos vieron, en su descripción hay verdadera admiración por las bellezas de nuestra zona.
Otro de los relatos que queremos recordar es el siguiente. En el año 1914 llegan a La Paz por vía fluvial dos escritores italianos, los señores G. M. Favoino y A. Bufardeci, los que estaban recorriendo la provincia de Entre Ríos, recopilando antecedentes para escribir un libro, el que luego publicaron en italiano, con el título de “Gli Italiani Nella Provincia di Entre Ríos”.
En la parte referente a La Paz dicen: “…Y es con intensa sorpresa que nos damos cuenta que hemos llegado al final de nuestro lento, pero no por eso menos bello y emocionante viaje. La Paz, lo mismo que su hermoso puerto, que se extiende elegantemente a lo largo de una vasta ensenada en forma de media luna, ríe bajo el sol postmeridiano. Mientras nuestro remolcador se prepara para amarrar, esperando que le sea asignado el lugar de anclaje en el muelle, nosotros podemos admirar la ciudad que, blanca, suavemente reclinada sobre el ligero declive de un breve altiplano, aparece inclinada hacia el río. Se tiene la impresión de que un enorme cíclope la soliviantara quedamente sobre sus espaldas para mostrarla a la admiración del visitante.
“¡Pequeña y blanca ciudad! ¡Pareces soñada, entrevista de en los delirantes vuelos de nuestra fantasía, cuando aún éramos adolescentes e ignorábamos la extensión del mundo y la belleza de la vida, con todos sus dolores!
“¡Pequeña y blanca ciudad! A oriente y occidente tienes por centinelas, pequeñas torres y la esbelta antena de la estación radioeléctrica, elevada al cielo como para significar su enorme deseo de crecer y adelantarse hacia el infinito. ¡Quién podría olvidar tus plácidos silencios nocturnos, extendidos sobre las casas, desde la cómoda y elegante casa burguesa hasta el humilde rancho de paja y barro que forma a tu alrededor el pueblo del trabajo y el germen poderoso de tu fecundidad, como un manto de reposo y olvido! ¡Quién podrá olvidar tu puerto y el claro espejo de tus aguas, tan largamente y por tantas veces admirado durante las tibias tardes luminosas o las quietas noches de otoño! Cuando el ardor del trabajo diurno, lleno de jaleo de las máquinas y de las fuentes sonoras y voces de los obreros rudos, sucedía la paz del crepúsculo y las últimas velas blancas, temblorosas como suspiros, lentas como copos de nieve, retornaban a la seguridad de tu seno después de cumplir la jornada de sacra labor…”
“Pero el recuerdo de La Paz, más que por estos sentimientos de emoción y belleza, será imborrable para nosotros por la noble cortesía de sus autoridades municipales, tan poco comunes y que nos fueran tan pródigas en gentilezas e informaciones. Creemos un importante deber dejar constancia en este volumen de los nombres de los siguientes: Señor Juan Schiappa Pietra, intendente municipal; Señor Juan Sueyro, jefe de policía; Señor Manuel del Puerto, Subprefecto del puerto; señor Fabio Leguizamón, Receptor de Aduana; señor Aparicio Gudiño, jefe del Servicio Aduanero”.
Coincidentes y hermosos los relatos de estos viajeros que en los primeros años del Siglo XX visitaron La Paz. No es con poca emoción como la describen cada uno de ellos, demostrando que esta ciudad, desde antiguo, ha tenido, por sobre su belleza panorámica y sus características de ciudad serrana, una cálida acogida para cuantos han arribado a la misma desde distintos lugares del país y del mundo.
Revivir las gratas, y más que ello, emotivas evocaciones escritas por quienes con tanto entusiasmo y amistosos sentimientos visitaron La Paz hace casi un siglo, es recoger un valioso aporte para la historia local.
En Abril de 1919 arribó a La Paz el corresponsal viajero de la famosa revista porteña “Caras y Caretas”, cuyo fundador, el periodista entrerriano José Álvarez, más conocido como “Fray Mocho”, fue una de las plumas más prestigiosas de aquellos tiempos.
Dicho corresponsal, el Dr. Vaccari, refiriéndose a La Paz publicó sus impresiones en un artículo aparecido en el número 1074 del 3 de Mayo de 1919 de dicha publicación, y allí contaba lo siguiente: “…La Paz se presenta con un panorama imponente, recostada en una altura parece muy grande y muy bonita. El sol la ilumina de lleno y la ciudad hace recordar a Paysandú”. “…Las calles de La Paz, salen del puerto como las varillas de un abanico. En La Paz muy pronto me hice de relaciones. No hay que olvidar que se encuentra en la provincia de Entre Ríos, donde la gentileza de los habitantes es proverbial. Fue el Señor Ernesto Gariboglio quien me presentó al Señor Brecia -cónsul uruguayo, presidente de la Sociedad Fomento de la Educación en esa época- en el mismo local de la C. de Fomento, edificio muy bonito y, sobre todo, cómodo y bien distribuido…”
“…Recorrí en auto los alrededores de La Paz, verdaderamente pintorescos. Cerca de la Sociedad Rural se corría una carrera criolla, y era digno de verse el imponente regimiento de caballería que representaban todos esos paisanos montados en sus mejores fletes”.
“Lástima que La Paz no tenga luz eléctrica. Una ciudad de 8000 habitantes debería tener algo mejor que el alcohol carburado”.
“Escoltado por el Comisario de Órdenes de la Jefatura me fui al domicilio de Jacinto Zenón Álvarez, un viejo de 79 años que, según todo el mundo afirma y lo dejó comprender el mismo, fue de los nueve que tomaron parte en el asesinato de Urquiza, en San José. Vive a la orilla del pueblo en una modesta casita, y hace tiempo ya que casi no abandona la cama”. (1)
Otro de los documentos sobre nuestra ciudad en aquellos tiempos es el dejado por el escritor español Adolfo Posadas, que por aquellos tiempos lejanos pasó por La Paz en barco y en su libro “Pueblos y Campos Argentinos” hace una referencia admirativa de las costas del Paraná frente a La Paz.
“Llegamos -dice- a uno de los lugares de mayor dificultad, allá hacia el arroyo Verde, cerca de La Paz”. “…Temíamos no poder pasar. Frente al canal cuatro vaporcitos y cinco veleros esperaban, resignados sus tripulantes a que el río subiese algo o que el duro viento se acostase. Según avanzaba la tarde, serenábase el cielo que poco a poco se teñía espléndidamente de rojo encendido fuerte que se reflejaba en el río inflamando sus aguas, que parecían un inmenso brasero llameante. Noche tocamos La Paz”.
Realmente bella la descripción que hace este viajero del panorama y el paisaje que sus ojos vieron, en su descripción hay verdadera admiración por las bellezas de nuestra zona.
Otro de los relatos que queremos recordar es el siguiente. En el año 1914 llegan a La Paz por vía fluvial dos escritores italianos, los señores G. M. Favoino y A. Bufardeci, los que estaban recorriendo la provincia de Entre Ríos, recopilando antecedentes para escribir un libro, el que luego publicaron en italiano, con el título de “Gli Italiani Nella Provincia di Entre Ríos”.
En la parte referente a La Paz dicen: “…Y es con intensa sorpresa que nos damos cuenta que hemos llegado al final de nuestro lento, pero no por eso menos bello y emocionante viaje. La Paz, lo mismo que su hermoso puerto, que se extiende elegantemente a lo largo de una vasta ensenada en forma de media luna, ríe bajo el sol postmeridiano. Mientras nuestro remolcador se prepara para amarrar, esperando que le sea asignado el lugar de anclaje en el muelle, nosotros podemos admirar la ciudad que, blanca, suavemente reclinada sobre el ligero declive de un breve altiplano, aparece inclinada hacia el río. Se tiene la impresión de que un enorme cíclope la soliviantara quedamente sobre sus espaldas para mostrarla a la admiración del visitante.
“¡Pequeña y blanca ciudad! ¡Pareces soñada, entrevista de en los delirantes vuelos de nuestra fantasía, cuando aún éramos adolescentes e ignorábamos la extensión del mundo y la belleza de la vida, con todos sus dolores!
“¡Pequeña y blanca ciudad! A oriente y occidente tienes por centinelas, pequeñas torres y la esbelta antena de la estación radioeléctrica, elevada al cielo como para significar su enorme deseo de crecer y adelantarse hacia el infinito. ¡Quién podría olvidar tus plácidos silencios nocturnos, extendidos sobre las casas, desde la cómoda y elegante casa burguesa hasta el humilde rancho de paja y barro que forma a tu alrededor el pueblo del trabajo y el germen poderoso de tu fecundidad, como un manto de reposo y olvido! ¡Quién podrá olvidar tu puerto y el claro espejo de tus aguas, tan largamente y por tantas veces admirado durante las tibias tardes luminosas o las quietas noches de otoño! Cuando el ardor del trabajo diurno, lleno de jaleo de las máquinas y de las fuentes sonoras y voces de los obreros rudos, sucedía la paz del crepúsculo y las últimas velas blancas, temblorosas como suspiros, lentas como copos de nieve, retornaban a la seguridad de tu seno después de cumplir la jornada de sacra labor…”
“Pero el recuerdo de La Paz, más que por estos sentimientos de emoción y belleza, será imborrable para nosotros por la noble cortesía de sus autoridades municipales, tan poco comunes y que nos fueran tan pródigas en gentilezas e informaciones. Creemos un importante deber dejar constancia en este volumen de los nombres de los siguientes: Señor Juan Schiappa Pietra, intendente municipal; Señor Juan Sueyro, jefe de policía; Señor Manuel del Puerto, Subprefecto del puerto; señor Fabio Leguizamón, Receptor de Aduana; señor Aparicio Gudiño, jefe del Servicio Aduanero”.
Coincidentes y hermosos los relatos de estos viajeros que en los primeros años del Siglo XX visitaron La Paz. No es con poca emoción como la describen cada uno de ellos, demostrando que esta ciudad, desde antiguo, ha tenido, por sobre su belleza panorámica y sus características de ciudad serrana, una cálida acogida para cuantos han arribado a la misma desde distintos lugares del país y del mundo.
Revivir las gratas, y más que ello, emotivas evocaciones escritas por quienes con tanto entusiasmo y amistosos sentimientos visitaron La Paz hace casi un siglo, es recoger un valioso aporte para la historia local.
DEL LIBRO SIN EDITAR "CUANDO DOBLAN LAS CAMPANAS" DE: HORACIO MARTINEZ
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