Ramón Santich, "el tarragosero", partió también en agosto, justo el 22, el Día del Folclore, yo lo llamaba simplemente: "El Ramón del pueblo".
Sube al escenario
con la mano en alto y la sonrisa franca,
desde la platea
un cálido aplauso la noche levanta,
y hasta el viejo río
detuvo su viaje, se posó en el puerto,
como si supiera
que toca esta noche el “Ramón del pueblo”.
Su vieja “acordeona”
cual cofre de sueños, suelta melodías,
polcas, chamarritas
y un chamamecito de Millán Medina;
allí en un costado
anda una pareja “escobillando” al suelo,
se armó la bailanta
porque está tocando el “Ramón del pueblo”.
Suena el acordeón de Ramón,
cabalgando va un sapucay;
mientras toca, deja “el Ramón”,
alma y corazón...
y al mirar sus manos,
veo una estrellita allí en la “botonera”
dicen que una noche en una musiqueada
se la ha dado el duende de don Tarragó.
El “Ramón del pueblo”
zorzal musiquero de este pago mío,
tiene la tibieza
del solcito pobre, pero compartido;
en sus melodías
vuelca la frescura del pago querido,
vuelo de torcazas
encuentro en las manos de este buen amigo.
Artista genuino,
fiel chamamesero del norte entrerriano,
late su “acordeona”
junto a la guitarra de José, su hermano;
fieles exponentes
de una estirpe criolla que no ha de morir,
quedará en el pueblo
el canto paisano de Ramón Santich.
con la mano en alto y la sonrisa franca,
desde la platea
un cálido aplauso la noche levanta,
y hasta el viejo río
detuvo su viaje, se posó en el puerto,
como si supiera
que toca esta noche el “Ramón del pueblo”.
Su vieja “acordeona”
cual cofre de sueños, suelta melodías,
polcas, chamarritas
y un chamamecito de Millán Medina;
allí en un costado
anda una pareja “escobillando” al suelo,
se armó la bailanta
porque está tocando el “Ramón del pueblo”.
Suena el acordeón de Ramón,
cabalgando va un sapucay;
mientras toca, deja “el Ramón”,
alma y corazón...
y al mirar sus manos,
veo una estrellita allí en la “botonera”
dicen que una noche en una musiqueada
se la ha dado el duende de don Tarragó.
El “Ramón del pueblo”
zorzal musiquero de este pago mío,
tiene la tibieza
del solcito pobre, pero compartido;
en sus melodías
vuelca la frescura del pago querido,
vuelo de torcazas
encuentro en las manos de este buen amigo.
Artista genuino,
fiel chamamesero del norte entrerriano,
late su “acordeona”
junto a la guitarra de José, su hermano;
fieles exponentes
de una estirpe criolla que no ha de morir,
quedará en el pueblo
el canto paisano de Ramón Santich.
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